lunes, 15 de junio de 2009

r.i.p.

Querido James:

Han tenido que pasar cinco años, cinco, desde tu entierro. Desde que Billy comentó que el ataúd dentro del cual asististe a tu funeral le parecía demasiado pequeño, tras lo cual le propiné un suave pescozón para evitar tener que explicarle los desagradables cambios fisiológicos que pueden producirse en un cuerpo tras el trance de la muerte.

Pero después de ver al tío Bertie llevando tu ataúd como si nada a pesar de su hernia discal empecé a sospechar. Hablé con abogados y jueces que no querían meterse en el berenjenal de pedir tu exhumación, que me decían que estoy loca o que qué mas me da, si ya estás muerto.

A veces me siento en la mecedora del porche y me pregunto dónde estarán tus piernas. Tal vez las vendieron a un traficante de órganos y en este momento estén jugando al tenis en alguna villa francesa. Tal vez las colocaron de relleno en el ataúd de un enano con pretensiones de alteza, digo, de grandeza. Tal vez fueran a parar a una empresa proveedora de Macdonalds.

Siempre te querré, James. A ti y a tus piernas, estén donde estén. Tuya por siempre,

Ann

2 comentarios:

Harry Sonfór dijo...

Oiga, Helter, esa imagen es la Ofelia de Millais más rara que he visto en mi vida.

Helter dijo...

Es rara, sí, pero mi prefe es esa del soldao alemán con un maniquí, que se ve que los construían para cuando un preso se fugaba del campo de concentración, para que en los conteos periódicos no se dieran cuenta de que faltaba alguien. Con lo fácil que es contar cabezas y pies y ver que las cuentas no salen...