lunes, 31 de marzo de 2008

esto es lo que hay


Y el día quinto creó Dios a los animales que pueblan las aguas y el aire, a los grandes monstruos marinos y a todos los seres que se mueven en las aguas, y a toda ave alada. Y el día sexto creó Dios a los animales que pueblan la tierra, a los ganados, alimañas y bichos que se arrastran por el suelo. Y Dios vio que era bueno y sonrió.


Y el día sexto creó Dios del aire a la mujer y la llamó Lilith, y como vio que sola se desenvolvía perfectamente y pasábase todo el día holgando, decidió crear al hombre a partir de un óvulo suyo para darle algo que hacer, y le llamó Adán.


Despertó un amanecer Lilith. Adán dormía aún a su lado, y sin hacer ruido para no despertarle, decidió darse un baño en el Tigris. Y en la orilla vio Lilith un corrillo de animales inquietos que, al verla, se le acercaron y le hablaron.


Y le dijo la loba: "Las patas tienen 6 párpados, tres en cada ojo, y yo no tengo más que dos. Me siento discriminada". Y le dijeron a coro las carpas del río: "Pues nosotras no tenemos párpados, y además, viviendo en el agua, podemos padecer sed. ¿No es absurdo?"


Y le dijo la cerda: "Gozosa adoraría a nuestro Creador, pero me es físicamente imposible mirar al cielo". Y le dijo la elefanta: "Las ratas se multiplican tan rápidamente que en 18 meses una pareja puede tener más de un millón de descendientes. Yo tardo 20 meses en gestar a mi único vástago". Y le dijo la vaca: "Cierto es que aún no has inventado las escaleras, pero intuyo que yo podré subirlas pero no bajarlas. ¿Diseño inteligente esto? ¿De qué?"


Y protestó la ardilla: "Trabajo duramente para almacenar semillas y a veces olvido dónde, con lo cual planto cientos de árboles sin que nadie me recompense por ello". Y le espetó la pepina de mar: "Me he comprado en las rebajas una magnífica toalla sábana negra, cálida y esponjosa, pero en cuanto la meto en el agua se me moja y no me sirve para secarme, ¡estoy desesperada!". Y rezongó la yegua: "La cocodrila puede correr tan rápido como yo, pero nada muchísimo mejor que yo. ¿Qué ha hecho para merecer del Creador tanta destreza en su movilidad?"


Lilith las escuchó pacientemente a todas ellas y habló. "Y a mí me gustaría volar pero mis pies me mantienen pegada a la tierra, y me gustaría cobrar lo mismo que Adán y no lo cobro. Esto es lo que hay, reinas: las reclamaciones, al Big Boss".


Sin embargo, y cuando su incipiente embarazo empezaba a ser evidente, decidió redactar un documento de solicitudes en donde incluyó las que le habían expuesto y las suyas propias. Días después, recibió un e-mail en el que Dios la despedía. Una tal Eva que había renunciado a la baja maternal había ocupado su puesto cobrando muchísimo menos que ella. Justo al acabar de leer la orden de desahucio por la cual se la instaba a salir inmediatamente del paraíso, recibió la visita de un tal Miguel Arcángel que, espada llameante en ristre, la acompañó hasta la salida.

viernes, 28 de marzo de 2008

la sonrisa eléctrica


El doctor, después de decirme que tendrían que amputarme la pierna, me recomendó que le hiciera una fiesta de despedida y que invitara a personas que hubieran tenido una relación especial con ella. Invité, entre otros, a un compañero del equipo de fútbol, a un amigo con el que solía ir de excursión y a una chica con la que años antes estuve haciendo "piececitos" por debajo de la mesa. Acabé la fiesta bailando más de diez veces con una enfermera la canción "Espérame en el cielo". Fue la única canción que pudimos conseguir en el hospital. Después de la operación, yo mismo enterré mi pierna en el cementerio. Así que perdí una pierna pero gané un muñón, y ahora tengo un pie en la tumba.

En los diez años que pasé en el hospital, de los 14 a los 24, sellé un pacto de vida con mis compañeros: cada uno que muriera repartiría la vida que le quedaba entre los supervivientes. Así que a pesar de haber sufrido la amputación de una pierna, de haber perdido un pulmón y parte del hígado, aún me toca vivir 4,7 vidas.

Un día el doctor me preguntó si prefería pastillas o cápsulas. Yo pensé que era por el tragar. Pero él me contó las ventajas del efecto placebo. El 57 % de la población cree que se curará antes con cápsulas que con pastillas. Y aumenta hasta el 72 % si las cápsulas son rojas.
Y fue cuando me habló del poder de los colores de las cápsulas. Yo pensaba que su doble color no tenía sentido, pero resulta que sí. Las colores rojos y negros se consideran los más eficaces. Los verdes y azules trasmiten tranquilidad y los amarillos son estimulantes. De ahí que se conjunten para obtener en el paciente la sensación de mejora solo con verlas.

Quienes me conocen dicen que con el tiempo mi sonrisa ha cambiado. Es lógico. Cuando me pusieron la primera pierna artificial, hidráulica, adopté una sonrisa hidráulica. Ahora que la llevo eléctrica, soy Albert Espinosa, el hombre de la sonrisa eléctrica.

miércoles, 26 de marzo de 2008

jaya y daimati

Jaya Naik, a sus 50 años, ha estado dos veces en la cárcel. ¿Qué le ocurrió allí? ¿Qué terribles experiencias vivió que le han llevado a refugiarse en un árbol para evitar de nuevo las rejas? Primero fue un mango de Chindri, donde pasó tres años. Su esposa Daimati iba a verle cada amanecer. Primero intentaba convencerle de que bajara a gritos, y después lloraba desconsolada. Le dejaba un pequeño hatillo con comida, y solo después de que se fuera él bajaba para comer, para lo cual tenía que pelearse con las hormigas que habían llegado antes al almuerzo de Daimati. Enternecido por el llanto de su esposa, hace un año Jaya accedió a mudarse a un árbol más cercano a su antes hogar conyugal. Allí pasa las horas sin hablar con nadie, sobre la plataforma que él mismo construyó, sin separarse de su fiel hacha. Ahora por lo menos al anochecer baja de su árbol y va a visitar a Daimati, que apenas consigue arrancarle alguna palabra. Uno de los cargos por los que Jaya fue encarcelado fue el de maltrato conyugal...

blancanieves, más o menos

martes, 25 de marzo de 2008

orgullo y prejuicio

Con frecuencia se asocian a la predisposición o al prejuicio cognitivo unas connotaciones éticas negativas, cuando la manera que tiene la conciencia de procesar la información no debería ser catalogada éticamente.
Así, por ejemplo, la ciencia nos dice que existe el planeta Urano, y se cree de manera preferente en su existencia. Es un acto que evita el gasto energético y de tiempo de comprobarlo, y además proporciona estabilidad social. Hoy en día se vive del prejuicio informativo de muchas fuentes porque el trabajo necesario de comprobarlo nos impediría vivir en sociedad. De ahí la ventaja de ser asocial.
Entre los prejuicios se encuentra el efecto Bandwagon, efecto de arrastre o efecto del carro ganador, que es la tendencia a hacer (o creer) cosas porque muchas otras personas hacen (o creen) esas cosas. La mierda es buena porque dos mil millones de moscas no pueden estar equivocadas. También se puede dar el efecto contrario: rechazar algo por el mero hecho de que es lo que hace la mayoría. Es una actitud de rebeldía no basada en razonamientos consistentes. Ganas de tocar los webs podría llamarse también.

Otro prejuicio, el de la elección comprensiva, es la tendencia a recordar nuestras propias decisiones como mejores de lo que realmente fueron. Traducido: si no nos damos cuartelillo a nosotros mismos, ¿quién nos lo va a dar? ¿eh? ¿eh?
También está el efecto de cesión, la tendencia de las personas a dar más valor a algo tan pronto como lo poseen, también conocido como efecto Gollum. En cierta forma es una actitud madura, si la contraponemos a aquella otra de "Wentworth me la sudaba hasta que vi que a Menchu le gustaba, es mío, mi tesssssoroooo".
En el trabajo a menudo nos enfrentamos a la falacia de planificación, la tendencia a desestimar o infravalorar los tiempos de finalización de las tareas. "¿Cuánto tardará en arreglar el generador de antimateria, Sr. Scott?". "En un plis plas se lo tengo, capitán Kirk".

Y cómo olvidar el efecto de Von Restorff, la tendencia de un individuo a situarse en un modo de queja continua para ser mejor y más recordado que el resto. Bueno, eso para una pequeña parte de la humanidad: el resto considerará al enfermo de Von Restorff como el perro del hortelano, siempre anunciando el fin del mundo y erigiéndose a sí mismo como el último baluarte de occidente. Eso en occidente, claro, que en oriente sería el último baluarte de oriente.

Pero todos los prejuicios se encierran en uno, que es el sesgo de punto ciego: la tendencia a no darse cuenta de los propios prejuicios cognitivos.

Ilustración: experimento ideado por Wolfgang Köhler. Se pide al sujeto que lo contempla cuál de estas figuras se llama booba y cuál kiki. ¿Ustedes qué creen?

jueves, 20 de marzo de 2008

un pato pa tó

El folleto de la exposición presentaba un pato artificial de cobre dorado que podía beber, comer, graznar, chapotear, digerir y defecar de la misma manera que lo haría un pato vivo. El flautista de Jacques de Vaucanson (1709-1782) respiraba mientras tocaba, pero el pato... el pato tenía más de 400 partes móviles, y los médicos que lo habían examinado aún no se habían puesto de acuerdo sobre si el organismo trituraba los alimentos durante la digestión o los disolvía mediante jugos gástricos. El proyecto en sí era una paradoja, pues una de las ventajas de ser autómata es que no se necesita comer.

Por motivos relacionados con su propia salud, Vaucanson estaba especialmente preocupado por estas cuestiones y se sirvió de su juguete como demostración de sus propias teorías. El pato tenía en su interior un circuito de tubos que derivaban en un pequeño laboratorio interior donde el grano era reducido por medio de productos químicos.

El estómago no trituraba los alimentos, después de todo. Una vez acabado, los deshechos pasaban por el intestino para ser finalmente expulsados y recogidos primorosamente en una palangana de plata. Vaucanson, que se cansó de sus propios autómatas (el flautista, el tamborilero y el propio pato), los fue vendiendo y acabaron en colecciones particulares.

Cuando, un siglo más tarde, el pato reapareció en la Exposición Universal de París de 1844, el mago Robert-Houdin (de quien el escapista Houdini tomaría su nombre) descubrió que la digestión del famoso palmípedo tenía truco: un mecanismo guardaba el maíz ingerido y otro expulsaba una miga de pan teñido a modo de excrementos que había sido preparada previamente por su presentador. De haber estado vivo, Vaucanson habría pagado el pato.

Sin el pato cagón, no quedaría nada que nos recordara la gloria de Francia
Voltaire

miércoles, 19 de marzo de 2008

chi non (co)lavora, non fa l'amore


Según un estudio de Scott Coltrane, sociólogo de la Universidad de Riverside, California, los hombres que comparten las tareas del hogar mejoran la armonía en la pareja y tienen una vida sexual más satisfactoria. "En general", declara, "cuantas más tareas domésticas hacen los hombres, más felices están las mujeres".

Y según Joshua Coleman, psicólogo, "las mujeres dicen sentir más atracción sexual y más afecto hacia sus maridos si participan en las tareas del hogar" y confirmó además que el hecho de compartir las tareas del hogar "está asociado con un nivel más elevado de satisfacción matrimonial, y a veces más relaciones sexuales también".

Han tenido que venir dos científicos para decir esto... Si bastaba con preguntarnos a nosotras.

martes, 18 de marzo de 2008

talia, sol y luna


Cuando Talía nació, los sabios y adivinos de la corte estudiaron los astros y advirtieron al rey, su padre, que un enorme peligro acechaba a la princesa a causa de una planta llamada Cannabis sativa. El rey prohibió la entrada en palacio de esta planta, pero una Talía adolescente que merodeaba por el bosque sintió la tentación de hilar con una rueca, con tan mala fortuna que una diminuta astilla de cáñamo se clavó bajo su uña y cayó al suelo, muerta. Su padre, que mira que se lo había avisao, desesperado, hizo lo único que un amante padre puede hacer en esas circunstancias: la hizo vestir con sus mejores galas, la hizo yacer en un lecho de terciopelo rojo recamado en oro, selló la puerta del palacio y se fue para siempre abandonándola a su suerte.

Años después pasó por allí un joven rey que iba de cacería. Su halcón entró en el palacio por una ventana y el rey le siguió, recorriendo las estancias desiertas y polvorientas hasta llegar a la cámara de Talía. Sus cabellos perfumados se derramaban sobre el terciopelo rojo hasta el suelo. No pudo resistir la visión de tanta belleza y, empujado por una oscura fuerza, la violó y después huyó a toda prisa lejos de allí. Nueve meses más tarde, una Talía dormida dio a luz a dos gemelos, el niño Sol y la niña Luna, que se arrastraron hasta sus pechos para no morir de inanición. Un día, Sol chupó el dedo de su madre con tanta fuerza que extrajo la brizna de cáñamo de su piel y Talía despertó. No veas la sorpresa que debía llevarse, dormirse virgen y despertar desvirgada y madre de gemelos.

Mientras tanto, el joven rey no podía olvidarla, así que volvió al palacio y, qué mala suerte, la encontró despierta. Talía le presentó a sus hijos, que ya me dirás cómo sabía que eran de él, y el rey decidió quedarse, hasta que de repente recordó que le había dicho a su esposa la reina que iba a por tabaco y que de eso ya hacía como dos semanas o así. Abandonó a Talía sin ningún miramiento y, con un par de cartones (de Winston) volvió al lecho de su reina, que escuchándole hablar en sueños se enteró de toda la historia. Aquél mismo amanecer la reina hizo prender a Sol y a Luna y se los entregó al cocinero para que les degollara, les cocinara y se los sirviera al rey con patatitas. Solo cuando el rey ya estaba rebañando el plato, la reina le reveló que acababa de devorar a su carne y a su sangre. La cena no le sentó muy bien.

Pero la malvada reina, no contenta con eso, ordenó prender a Talía y la condenó a la hoguera por bruja, pues había hechizado a su esposo. En su infinita maldad, se acercó a las llamas para ver más de cerca la muerte de la princesa, momento que el buen rey aprovechó para, de un empujón, lanzarla a ella a las llamas. Y así, por fin, Talía fue libre de desposarse legítimamente con su violador. Y fueron felices y comieron perdices.
Más o menos de Il Pentamerone,
de Giambattista Basile

lunes, 17 de marzo de 2008

tod@s con la pmc

Plataforma por un Meme en Condiciones

sábado, 15 de marzo de 2008

miss cicatrix

29 de mayo de 1962
Marilyn canta el “Happy Birthday” a John F. Kennedy.

23 de junio de 1962
En la puerta de la suite 261 del bungalow 96 del Hotel Bel-Air, en Los Ángeles, tres agentes de seguridad de Vogue mantienen a raya a los paparazzi que están esperando la llegada de Marilyn. Ella aparece finalmente con cinco horas de retraso acompañada de Robert Kennedy. Empieza la sesión fotográfica de Bert Stern.

24 de junio de 1962
La sesión fotográfica es interrumpida por una acalorada discusión entre Marilyn y Robert. Cuatro horas después, la sesión se reanuda. Dos botellas de Dom Perignon, y Marilyn insiste en posar con peluca negra y traje chaqueta a imagen de Jackie Kennedy.

25 de junio de 1962
Marilyn le dice a Bert Stern que dará una rueda de prensa a principios de agosto para anunciar algo muy importante. Bert la convence para que pose mostrando su cicatriz, a lo que ella accede porque le promete no publicar esas fotos. Por la noche, finalizada la sesión, el coche oficial de Robert Kennedy, conducido por dos hombres de negro, se lleva a Marilyn con destino desconocido.

20 de julio de 1962
Con el nombre de Faye Miller, Marilyn ingresa en el Hospital Cedars of Lebanon, donde aborta.

5 de agosto de 1962
A sus 36 años, Marilyn es encontrada muerta en su apartamento, desnuda en la cama, con el teléfono descolgado. No se encontraron restos de barbitúricos en la autopsia. Puede que en sus últimas fotos solo se viera una cicatriz, pero tenía más.

9 de agosto de 1963
Patrick Bouvier Kennedy, hijo de John y Jackie, muere dos días después de nacer.

22 de noviembre de 1963
John Fitzgerald Kennedy es asesinado en Dallas. El círculo se cierra.

"En mi impulso de aparecer desnuda y en mis sueños sobre ello no había ni vergüenza, ni remordimientos. Tal vez odiaba la cicatriz de la operación. Pero pensar que la gente me miraría me hacía sentir menos sola."

jueves, 13 de marzo de 2008

el gato arroba

Estaba en la cama durmiendo plácidamente mientras el gato dormía también sobre mis pies, hecho una arroba. De repente sonó el teléfono. Me levanté de un salto y el gato salió disparado hacia el suelo. Miré el reloj: eran las 4 de la mañana. Cogí el teléfono. "Hola. Oiga, ¿podría mirar a ver si me he dejado el móvil en el bar, encima del mostrador? Es que no lo encuentro". "Un momento" -dije tapando el auricular con la mano. El gato había vuelto a subirse a la cama y me miraba con sus ojos encendidos en la oscuridad, clamando venganza. Quité la mano del auricular. "Sí, aquí está, cuando quiera puede pasar a buscarlo". Colgué y volví a meterme en la cama. El gato se acomodó entre mis piernas ronroneando de agradecimiento. Hay que ver lo poco sociable que puede llegar una a ser cuando la despiertan a horas intempestivas.

miércoles, 12 de marzo de 2008

mi cena con andreu


-¡Ahí va, pero qué calvo estás!
-¿15 años sin vernos y esto es lo primero que me dices? Serás…
Este es uno de los más o menos ingeniosos comentarios que voy cazando al vuelo durante la fiesta del 15º Aniversario de Promoción de mis compañeros del instituto.
15 años sin vernos, y por mí podrían pasar 115 más. Me siento tan fuera de lugar como suelo sentirme en las fiestas donde no conozco a nadie. Bueno, la verdad es que los sigo viendo como aquellos adolescentes impresentables a los que empezaba a causar estragos la testosterona. No como yo. Unos han venido con trajes a medida como queriendo demostrar lo bien que les va en la vida. Otros van deliberadamente desaliñados como diciendo: “Vosotros y esta reunión me la traéis al fresco”. Y el graciosillo de la clase no ha variado su repertorio: ¿a dónde va todavía con lo de “un inglés, un francés y un español…?
Además, como que las únicas cuatro chicas que había en la clase no han venido –han hecho bien- en el cartel de la entrada habría que poner: “Promoción del 90. Fiesta sin mujeres y con cerveza caliente. Bienvenidos”.

-¡Hola! ¡Cuánto tiempo! Soy Andreu.
El ex alumno que ahora me abraza con un punto más de efusividad del que me gustaría yo lo recordaba como “aquél de los ojos saltones”. Ahora se ha convertido en un Steve Buscemi de casi 30 años.
Han traído el bufet y enseguida nos vemos aprisionados entre un gentío ávido de ganchitos y croquetas congeladas. Esto nos facilita la conversación y no tardo en darme cuenta de que Andreu se ha convertido en alguien bastante ameno e interesante. Yo le hablo de mi trabajo escribiendo para revistas de gastronomía y él me dice que gracias al suyo, en una agencia de viajes, ha visto un montón de países y que ahora acaba de volver de una convención de fans de la serie Star Trek en Vancouver.
-¡No me digas que te gusta Star Trek! ¡A mí me encanta!
-Ya veo que tenemos cosas en común –sonríe Andreu.
-Pues tienes que venir un día a cenar a mi casa con Elena, mi compañera, –le digo entre dos empujones de gente que va y viene del bufet- acabo de comprarme un pack especial con los cinco primeros episodios de la primera temporada en DVD. Lleva extras y escenas inéditas. Te va a encantar.
Después de unos minutos más de conversación Andreu alega que al día siguiente tiene que de madrugar, así que anotamos nuestras señas en las agendas de nuestros móviles. Andreu se despide haciendo el saludo vulcano: la palma extendida y formando una V con los dedos tres a dos.
Al poco rato decido escabullirme, cuando uno de los camareros nos dice bastante groseramente que ha de cerrar el local mientras algunos ex alumnos intoxicados de cerveza caliente proponen a gritos acabar la noche en un bar con karaoke.

En el buzón solo encuentro facturas y ningún mensaje nuevo en el correo electrónico. Las editoriales a las que envié mi propuesta de libro sobre cocina antillana siguen sin dar señales de vida. Llevaba tecleado medio artículo sobre la caldereta menorquina cuando suena el teléfono.
-¿Sigue en pie la invitación a cenar?
-¡Andreu! Pues claro que sí. Si te va bien puedes venir esta misma noche, a eso de las nueve.
-No recuerdo si te lo comenté en la fiesta, pero es mejor que te advierta que soy vegetariano –una pausa- vegano.
-¡Ah, ningún problema, hombre! ¿A las nueve entonces?
Vuelvo al ordenador y entro en el buscador a ver si eso de vegano podría suponer algún problema. Marco la primera de las muchas páginas que aparecen y aquí consigo toda la información necesaria:
“VEGANO. Término acuñado para distinguir a los veganos de los vegetarianos. Filosofía basada en vivir exclusivamente del reino vegetal excluyendo carne, pescado, aves, huevos, miel e incluso leche animal (recurren a la leche de soja) y derivados lácteos.”
Muy claro.

Mientras estoy en la cocina preparando el primer plato, calabacitas de Veracruz (la receta de la pág. 27), Elena se ocupa de la ambientación musical (me encanta cocinar con música) y también de dejarme claro que no le entusiasma precisamente pasar una velada viendo episodios antiguos de Star Trek.
-No entiendo cómo a alguien le puede gustar esa serie tan cutre –me dice mientras abro una lata de maíz-. Se supone que están en el siglo XXIII pero llevan unos tupés que parecen maniquíes del Corte Inglés.
Está apoyada en la puerta de la cocina haciendo girar un CD de Nirvana con el dedo. Decide volver a la carga:
-Seguro que es un friki.
-Elena, no todos a los que les gusta Star Trek son unos frikis. Mírame a mí.
Por su mirada deduzco que mi comentario no ha tenido éxito.
-Y cuidado con ese CD, que se te va a caer.
-Por cierto, ¿beben alcohol los veganos? –dice señalándome las dos botellas de vino junto a la mesa del comedor.
-No le vi beber en la fiesta, claro que tampoco apetecía nada aquella cerveza caliente.
-¿Sabes si tiene novia?
-¡Uf! –resoplo mientras corto el queso fresco a dados- eso no me lo dijo. Al menos esta noche vendrá solo.
-Seguro que es un friki –sentencia Elena mientras se va a poner un CD de los Limp Bizkit.
Ahora que por fin acabó el interrogatorio puedo echar a la cazuela el quesss… ¡Un momento! ¡El queso es de origen animal!
Bajo apresuradamente a una tienda de productos naturales que hay a unas cinco travesías. Consigo llegar un par de minutos antes del cierre y compro un paquete de tofu. Servirá para sustituir el queso.
Ahora debo darme prisa con el segundo plato: berenjenas rellenas (de verduras, claro).
Corto las berenjenas a lo largo y las pongo a hervir hasta que se ven blandas. Cuando están frías les quito la pulpa –con cuidado de no romper la piel- y en una sartén sofrío dos pimientos verdes y una cebolla a pequeños trozos. Poco después añado un bote de tomate sofrito. Diez minutos después echo la pulpa de la berenjena. Sazono con sal y pimienta, remuevo y relleno las berenjenas con esta mezcla. Espolvoreo con ajo y perejil picados y pan rallado, y reservo las berenjenas sobre papel de plata en una fuente de horno para gratinarlas cinco minutos antes de servir.
Elena me demuestra que también tiene su buen corazón ayudándome a cortar y limpiar las fresas para el postre: fresas con zumo de naranja y hierbabuena picada. Las repartimos en copas y las guardamos en la nevera.
Repaso nuestra colección de CD y me pregunto qué música les gustará a los veganos. ¿Quizás Pink Floyd? Tengo el Atom Hearth Mother, aunque quizás no sea muy apropiado por la vaca de la portada.
Suena el timbre. Tras la puerta aparece un sonriente Andreu con una botella de vino en la mano –pues sí, los veganos beben- y ¡Dios mío! ¡Vestido con el uniforme rojo y negro de gala de la tripulación de Star Trek bajo la gabardina! Ahora sí que lo tengo crudo para convencer a Elena de que Andreu no es ningún friki.
Elena consigue disimular aceptablemente el shock del uniforme. Presentaciones, dos besos en la mejilla. Descorchamos la botella de vino que ha traído –un buen Ribera del Duero, al menos en esto le alabo el gusto- y ya nos hemos tomado algo más de media botella cuando nos sentamos a la mesa. Abro otra botella de vino mientras Andreu saborea las calabacitas.
-Mmmm… Tienes que darme la receta. Aunque la verdad, no estoy muy dotado para la cocina.
Andreu dedica grandes elogios a las berenjenas y acepta otra ración. Me doy cuenta de que el vino ha disminuido considerablemente y de que Andreu llena su copa una y otra vez mientras que a Elena y a mí nos es imposible seguir su ritmo.
Ya no queda ni gota de vino cuando traigo las fresas. Cuando llego a la mesa Andreu está dedicando a Elena una conferencia sobre los beneficios del veganismo. Su dicción algo pastosa me hace sospechar que el vino le está causando efecto.
-¿Tienes algún licorcito para acompañar estas estupendas fresas? –pregunta Andreu.
- ¡Claro! He comprado una botella de whisky. Ahora la traigo.
Andreu se sirve una ración de whisky en un vaso que a mí –que no tengo mucho aguante para el licor- me hubiera dejado medio grogui.
-A mí me atrae mucho todo lo relacionado con el espacio –dice señalando la carátula del DVD de Star Trek donde aparece una nave espacial. ¿Sabéis que hace dos años en lo alto de una montaña de Lanzarote tuve contacto con un grupo de extraterrestres?
Elena y yo lo miramos boquiabiertos. Antes de proseguir su relato se sirve otro generoso lingotazo de whisky.
-Era por la noche, ya me había metido en el saco de dormir –nos cuenta acercándonos su mirada vidriosa-…y me despierto rodeado por unos hombrecillos de un verde fluorescente y del tamaño de un niño de cinco años.
-¿Y no se te llevaron? –pregunta Elena con su típica expresión de “no sé como tomármelo”- ¿Cómo se dice…? ¿No te abdujeron?
-No –responde Andreu-. Se limitaron a hacerme cosquillas y se fueron. Quizás en su planeta sea una forma de contacto.

Elena simula su consternación comiendo más fresas. Andreu se escancia más whisky.
Durante el visionado de Star Trek, Andreu se dedica a imitar los sonidos de los disparos de láser (¡tzú-tzú-tzú!) y a apurar el whisky. Elena se ha quedado dormida en el sofá.
-¿Hay más whisky? –pregunta señalando la botella vacía. Bueno, la verdad es que dice algo parecido a “¿Hay báz güisgui?”.
-Me temo que solo te puedo ofrecer vino del que uso para cocinar.
-¡Pues vale!
En vista del panorama, a la una de la noche llamo a un servicio de taxis por teléfono. Andreu me ha dicho –y le creo perfectamente- que no se encuentra en condiciones de conducir. Sigue dándole al vino de cocina y Elena a los ronquidos. El taxi se está demorando.
Por fin, cerca de las dos y media de la madrugada, aparece el condenado taxi. El conductor se queda perplejo al verme con un tripulante de Star Trek que apenas puede sostenerse en pie y que intenta hacerme el saludo vulcano como despedida, pero que lo único que consigue es meterse el índice en un ojo.
-¿No me vomitará en el coche, eh? –gruñe el taxista.
- Qué va –le tranquilizo-, ya viene vomitado de casa.
Las luces del taxi se deslizan calle abajo. Vuelvo a mi piso, me siento cansadamente junto a la mesa e intento servirme un vaso de vino de cocina, pero no queda ni una gota.
Elena se despierta y se incorpora a medias mirándome con expresión confundida.
-Bueno, –le digo encogiéndome de hombros- al menos Andreu es consecuente. El whisky no es de origen animal.
Le hago el saludo vulcano antes de arrastrarme hacia la cama. Ella me corresponde para, despacio, girar la mano, bajar todos los dedos y dejar alzado solo el corazón.

lunes, 10 de marzo de 2008

de herencias y escaqueos


Yo heredé de mi madre una cosa que mis hermanos no heredaron. Bueno, vale, más de una, pero a la que me refiero es al sentimiento de culpabilidad por estar haciendo cualquier cosa divertida o agradable en lugar de las mil cosas pendientes que hay que hacer en casa, desde limpiar hasta planchar, pasando por pintar o arreglar los armarios. Siempre hay algo que hacer, y tú aquí perdiendo el tiempo miserablemente leyendo. Y sí, envidiaba esa facilidad (generalmente) masculina para llegar a casa y tumbarse a la bartola sin ningún tipo de mala conciencia porque ya se ha trabajado o estudiado suficiente, actitud que por lo menos en mi familia era religiosamente respetada cuando se trataba de ellos, pero afeada en mí, que había nacido para sustituir a una madre en todas sus (esclavas) funciones. Curiosamente, mi madre se sentía orgullosa de mí por otras razones. Nunca se dio cuenta de que esas cosas de las que se sentía orgullosa solo eran posibles porque no quise aceptar sus cargas.

Así que, en honor a ella y a todas las mujeres trabajadoras del mundo mundial, celebré el Día de la Mujer Trabajadora de la mejor forma que se me ocurrió: haciendo el vago todo el día.

viernes, 7 de marzo de 2008

teolindo


La primera vez que Teolindo García entró en la tienda, se me antojó una momia peruana que con boina incluida no pasaba de 1.50 m. Estaba jubilado y no tenía nada mejor que hacer durante el día que entrar a darme una conversación que yo no le había pedido. Yo sí tenía cosas mejores que hacer, pero eso a él parecía no importarle. Apliqué mi plan B, las indirectas, pero Teolindo era absolutamente impermeable a ellas: alguien tiene trabajo y otro alguien no le deja hacerlo, a alguien le importan un pito las hazañas amorosas de otro alguien... Inútiles ambos, tanto Teolindo como mi plan B.

Si estaba aburrido y entraba algún otro cliente, se le acercaba como quien no quiere la cosa y le preguntaba la hora. El otro, despreocupadamente, miraba su reloj y se la decía. Entonces Teolindo, sacando un peaso de reloj de bolsillo, le decía:

- Pues no, no son y veinticinco, son y media. Mire, este reloj es de plata maciza -sopese, sopese- y lo llevo con la hora de Radio Nacional.
Y el otro le decía que bueno, que vale, que muy bien. Esto se lo vi hacer un montón de veces.

Un día en que estaba especialmente aburrido y no entraba ni dios, se me acercó y... me preguntó la hora. ¡No me lo podía de creer! ¡Como si no le hubiera visto nunca en acción, y ahora pretendía pillarme a mí!

- Son las doce menos cinco.
Sacó su peaso reloj de bolsillo, me dijo que eran en punto, que su reloj era de plata maciza, que lo sopesara, y que lo llevaba con la hora de Radio Nacional. Bueno, vale, muy bien. Pasaron cinco largos minutos y empezaron a sonar las campanas de las doce de la iglesia de Belén. Entonces, con expresión triunfante, me dijo:

- ¿Lo ves? Las doce en punto.

jueves, 6 de marzo de 2008

las recetas de Roland

El bobo adornado
Coja un bobo, desnúdelo, búrlese de él. Déle unas patadas, mátelo, córtelo en trozos de igual grosor y póngalo en una marmita junto con un buen pedazo de mantequilla, sal, pimienta, especias, ajos y perejil picado. Déjelo soasarse bien y añada un chorrito de vino blanco y un poco de caldo. Cuando el bobo empiece a hervir, retírelo del fuego y sírvalo bien adornado. Cómaselo discretamente hablando de alguna otra persona.

Enamorados desenamorados
Separe a dos enamorados. Ponga en una olla un trozo de mantequilla del tamaño de un bebé. Cuando la mantequilla esté caliente, mate a los enamorados deshechos en lágrimas, vacíelos, y después póngalos a cocer juntos. Cuando hayan adquirido una bonita palidez, retírelos. Haga un caldo con harina y mantequilla, sal, pimienta, un ramito de muguete (si es temporada), tomillo y laurel. Vuelva a echar a los enamorados en la olla con una docena de cebollitas tiernas, y quince minutos antes de servir, añada unos cuantos champiñones. Se pueden agregar unos golpes y unas cuantas heridas.

Mamá a las rosas blancas
Bese a mamá en las dos mejillas y luego córtela en dos; échela en agua hirviendo; quítele la cabeza que sonríe bondadosamente -podría estropearle el apetito-, la columna vertebral y todos los huesos que pueda. Prepare las patatas cocidas y cortadas en rodajas que pondrá en una ensaladera. Mézclelas con pequeños cachitos de su mamá, y alíñelo todo con aceite de oliva en el momento de servir. No se olvide de poner unas rosas blancas debajo del plato: protegerán el mantel y, además, a su mamá le gustaban tanto...
de La cocina caníbal, de Roland Topor

martes, 4 de marzo de 2008

más de mil

Una noche más, ella esperaba arrodillada en la cámara de Schahriar, mirando hacia la puerta, su llegada. Pero esa no era una noche como las demás. Cada tarde, durante el baño, ella cerraba los ojos a la calidez y a los perfumes del agua y las historias revoloteaban ante sus ojos como pájaros revoltosos. No tenía más que levantar la mano estirando el índice hasta que uno de ellos se posara en él y la mirara a los ojos. Era la historia que contaría esa noche. Pero la tarde de esa desgraciada noche ningún pájaro revoloteó a su alrededor. Scherezada estaba sola y sus historias se habían secado. Incluso prohibió la entrada a la cámara a su hermana pequeña Doniazada, que solía esperar pacientemente bajo la cama a que Schahriar y Scherezada acabaran de hacer el amor para poder escuchar sus historias.

Cuando Schahriar llegó, ella le ofreció como siempre una copa de su licor preferido, melocotón y menta fresca. Como cada noche. Pero él se dio cuenta de que algo había cambiado. Tanto insistió que Scherezada no tuvo más remedio que reconocer que, tantas noches después, ya no tenía nada que contar, y bajando la cabeza se apartó la cabellera para dejar al descubierto su cuello. Schahriar lo acarició, levantó su cara tomándola de la barbilla y le pidió que le hablara de ella. Y Scherezada habló. Le contó cómo de pequeña se escondía entre los ricos almohadones de colores de su padre el visir para escuchar las historias que su madre le contaba. De cómo la convenció de que se ofreciera durante una noche al gran sultán. De cómo, durante esos cientos de noches, gestó en su vientre y parió a dos hijos que Schahriar ni siquiera conocía. Él ungió su frente con perfume y la besó. Y justo en ese momento, Scherezada supo que su cabeza no rodaría al amanecer, ni en ninguno de los amaneceres que siguieran.

sábado, 1 de marzo de 2008

bitúrico

Ese iba a ser el nombre de nuestro bar. Lo teníamos todo pensado, diseñado, dibujado en alzado, en planta, en perspectiva caballera e incluso en perspectiva damera. Antes de que a nadie en Barcelona se le hubiera ocurrido poner un bar en una iglesia desacralizada (como el Batikano) a nosotras ya se nos había ocurrido. Lo único que nos faltaba era el capital. Y aún nos falta. Pero la planta de cruz latina, el ábside, las capillas laterales, la pila bautismal, el púlpito... Tal vez era nuestra forma de vengarnos de la educación monjil que habíamos recibido y que, gracias a Dios, superamos con una relativa facilidad. No todas tuvieron la misma suerte.

La capilla más lograda era sin duda la de Janis Joplin y Lou Reed. Lou estaba de cristo crucificado clavado con jeringuillas, con la cara del Transformer, ojeras y rimmel corrido, el torso pechopollo desnudo y pantalones de polipiel. A sus jeringuizados pies, Janis se lamentaba con desesperación, con la boca entreabierta y los dedos crispados.

La capilla de los Stones estaba cantada: una mezcla de santa cena y orgía bisexual glam. A Hendrix le teníamos expulsando a los mercaderes del templo a golpes de stratocaster, mientras que Patti Smith, vestida de blanco y negro, ejercía de dolorosa con un enorme corazón atravesado por siete espadas. Y Daltrey en tejanos ascendiendo a unos cielos tan azules como sus ojos bajo la atenta mirada de los discípulos. Dios no pudo con nuestra alma, pero sí con nuestra estética.