El doctor, después de decirme que tendrían que amputarme la pierna, me recomendó que le hiciera una fiesta de despedida y que invitara a personas que hubieran tenido una relación especial con ella. Invité, entre otros, a un compañero del equipo de fútbol, a un amigo con el que solía ir de excursión y a una chica con la que años antes estuve haciendo "piececitos" por debajo de la mesa. Acabé la fiesta bailando más de diez veces con una enfermera la canción "Espérame en el cielo". Fue la única canción que pudimos conseguir en el hospital. Después de la operación, yo mismo enterré mi pierna en el cementerio. Así que perdí una pierna pero gané un muñón, y ahora tengo un pie en la tumba.
En los diez años que pasé en el hospital, de los 14 a los 24, sellé un pacto de vida con mis compañeros: cada uno que muriera repartiría la vida que le quedaba entre los supervivientes. Así que a pesar de haber sufrido la amputación de una pierna, de haber perdido un pulmón y parte del hígado, aún me toca vivir 4,7 vidas.
Un día el doctor me preguntó si prefería pastillas o cápsulas. Yo pensé que era por el tragar. Pero él me contó las ventajas del efecto placebo. El 57 % de la población cree que se curará antes con cápsulas que con pastillas. Y aumenta hasta el 72 % si las cápsulas son rojas.
Y fue cuando me habló del poder de los colores de las cápsulas. Yo pensaba que su doble color no tenía sentido, pero resulta que sí. Las colores rojos y negros se consideran los más eficaces. Los verdes y azules trasmiten tranquilidad y los amarillos son estimulantes. De ahí que se conjunten para obtener en el paciente la sensación de mejora solo con verlas.
Y fue cuando me habló del poder de los colores de las cápsulas. Yo pensaba que su doble color no tenía sentido, pero resulta que sí. Las colores rojos y negros se consideran los más eficaces. Los verdes y azules trasmiten tranquilidad y los amarillos son estimulantes. De ahí que se conjunten para obtener en el paciente la sensación de mejora solo con verlas.
Quienes me conocen dicen que con el tiempo mi sonrisa ha cambiado. Es lógico. Cuando me pusieron la primera pierna artificial, hidráulica, adopté una sonrisa hidráulica. Ahora que la llevo eléctrica, soy Albert Espinosa, el hombre de la sonrisa eléctrica.
6 comentarios:
Oiga, qué entrada más bonita, Helter. Como siga escribiendo estas entradas tan bonitas voy a pasar por su blog todos los días (ah, bueno, si ya paso todos los días, qué tontería).
Ah, así que era usted...
Pues mire, que no me he inventado nada, selojuro. De hecho, incluso he fusilado íntegro sin cambiar ni una sola coma el párrafo de las cápsulas. Es un peaso personaje el Albert este. Búsquele en Google y verá. He estado tentada de ponerme en contacto con él por si le molesta que le haya "usado" en mi blog, pero no lo he hecho porque seguro que la foto no le gusta nada y me la haría cambiar por una ventana de hospital con cortinas amarillas o por un niño payaso calvo.
Muy bonita, si señora.
Ahí le has dao Jelter, ¿dónde encuentras esas cosas xiquilla?
La semana pasada vi por TV3 una entrevista a Albert, y aluciné bastante. Si no le hubiera escuchado hablar y visto sonreír, pensaría que es el típico listillo que saca partido de sus circunstancias personales, y nada más. Y de esa entrevista saqué casi todo lo que he escrito, menos lo de las cápsulas, que aparece en su blog.
Es encantador. La mejor imagen de la entrevista: cuando enseñó con orgullo su pierna eléctrica, superdesgastada y descascarillada, que se niega a "maquillar".
Otros en sus circunstancias se habrían acogido a la religión o a la mística. Él se ha acogido simplemente a la vida.
Helter, qué entrada mas molona. No había tenido oportunidad de leerla todavía. Se lo voy a decir a Harry para que pase por aquí a leerla.
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