- ¿Cómo eres?
- Rubia, ojos castaños. No muy alta, pero con buenas curvas.
- ¿Y de tetas?
(pues dos, imbécil, una a cada lao y que miran bizco)
Eva me dijo que tenía que buscarme un nombre e inventarme una descripción física. Después de descartar nombres de culebrones y los que me sonaban a barra americana, me quedé con Alicia. En cuanto a la descripción, aparte del color del pelo y de los ojos, ya me la daban mis interlocutores, pa qué llevarles la contraria.
Cuando se corrió la voz de que había una nueva, mi teléfono no dejaba de sonar. Si alguien me intrigaba o yo no sabía por dónde salir, tapaba el teléfono con la mano y Jessica o Eva venían a escuchar: “mamita, no te preocupes, tú síguele”, o “este es un pesao, dale cuerda un ratito y luego le cuelgas”.
A ratos me tomaba un descanso y miraba por el balcón. Una bonita avenida con árboles bajitos y casas viejas. En la calle, dos operarios de telefónica hurgaban en una caja de conexiones, se comían el bocata, y después seguían hurgando.
Nacho se había roto una pierna y estaba aburrido en casa. Vivía solo. Le gustaba una vecina con la que a veces coincidía en el ascensor. Yo le hacía de vecina y además de enfermera. Un día me dijo que le iban a sacar el yeso y que pensaba bajar a Barcelona, que podíamos quedar porque le caía muy bien y tenía ganas de conocerme. Empecé a largarle excusas, pero no se rendía.
“Trae”, me dijo Eva cogiéndome el teléfono. Escuchó unos segundos. “Ah, vale, el de la pierna rota. Este no se ha roto una pierna en su vida. Sácatelo de encima, porque en cuanto le van a quitar el yeso es que ya lo único que le interesa es quedar. NO quedes con nadie NUNCA. Esto no es una casa de putas”.
Un día de repente me di cuenta de que me sentía cómoda, relajada, segura de mí misma. Había ampliado mi repertorio de respuestas programadas y además los que llamaban casi siempre eran los mismos. Caí en una dulce rutina, sin jefes, sin nadie que me controlara. Colgaba a quien quería y cuando quería. Y la pasta iba cayendo, limpia de polvo y paja. Bueno, de lo segundo no, pero seguía siendo una pasta. Y los de telefónica todavía seguían ahí, hurgando en la caja. ¿Pero cuántos días llevaban ya?
“¿Esos? Vienen cada día a comerse el bocata con nosotras. Nos tienen pinchadas, reina…".
“¿Esos? Vienen cada día a comerse el bocata con nosotras. Nos tienen pinchadas, reina…".
- ¿Cómo te llamas?
- Alicia, ya te lo he dicho.
- No, digo tu nombre de verdad.
- Alicia, ya te lo he dicho.
- No, digo tu nombre de verdad.
Cuando llegué a casa le conté a mi novio lo de la pierna rota. Pensé que lo encontraría divertido, pero no se rió. “Por favor, no me cuentes nada”, me dijo.
8 comentarios:
Ah pues no, ésto no es el blogg de Trikki, qué despiste.
Y digo yo que lo del cliente de la pierna rota bien podría ser posible, teniendo enfrente empleados de la telefónica disputándose quién sube a la escalera.
Oiga Vico, que el mío es verde manzana verde.
Helter, muy interesante, una preguntilla, ¿en qué capitulo le llama su novio haciendose pasar por otro?
Oño, no se me había ocurrido...
Comprendo lo de que no quisiera saber nada.
Pasa siempre, da lo mismo una línea erótica, que un trabajo de cajera de Lidl. Cuando tienes un curro de mierda, (o considerado así por ellos) no quieren saber nada de los detalles.
Esto me reconcilia con esa pareja. Era tan perfecto que le estaba tomando tirria.
Sigue, sigue.
Beso.
M.
Seguiré, si Trikki deja de boicotearme el guión (es broma, nen, no te cortes).
Beso de vuelta.
Oiga, que no le boicoteo, que usté misma, sólo me puse en el sitio de su novio, por que yo, de entrada, no diría no me cuentes nada, pero si lo dijera, llamaría, por supuesto, y además con voz distorsionada por el acento teuton, anglosajon, ¡o que leches¡ Andalú tradicioná.
(Oiga, que no es por joderle el guión, de verdad de la buena que se lo juro , pero, ¿cabría la posibilidad de que su novio se enamorara de su compañera de trabajo al llamar?¿Podría alegar que no le escucha usted y ella si?. Y lo que es peor, ¿por qué coño sólo se me ocurren cosas para sus histórias y no para las mías?)
Ejem. vale, que ya me callo.
Oiga, Helter, esta entrega por capítulos cada día es más buena.
He encontrado mi verdadera vocación: guionista de culebrones. Es divertido, creas un personaje y te dedicas a exponerle a situaciones extremas, a ver qué hace y cómo reacciona. Si el personaje está bien diseñado, el resto sale solo.
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