Cuando Liborio Salsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró dentro de su bañera convertido en un monstruoso pez. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón y, al levantar un poco la cabeza vio un vientre plano, grisáceo, dividido por una cinturita de avispa. Apoyándose en sus débiles paticas se llegó al espejo del armario. El cristal le devolvió un rostro feo de cohones con expresión de muy mala hostia, y además estaba empezando a asfixiarse.
"¿Qué me ha ocurrido?", pensó.
No era un sueño.
En esas entró su hermana y le vio. Cogió el mocho que estaba detrás de la puerta del baño y la emprendió a mochazos con el pescao gritando "¡Chúpate esta, bisho! ¡Y esta!". Al día siguiente, en el restaurante de la familia Salsa el plato del día era la bullabesa al estilo del chef.
5 comentarios:
Oiga, Helter, que se lo propongo como negocio ¿sabe usted que con unas cuantas rayas (la especie marina, digo), unas tijeras y un poco de maña se pueden hacer unos homúnculos marinos preciosos de ver? Vaya, parece que en el siglo XVII y hasta el XIX se vendían bien para museos médicos de horrores y rarezas y barracas de feria. Otra solución era coger la cola de un pescado disecado y la parte superior del cuerpo de un mono momificado, coserlo todo y, placa, sirena al canto.
Es que fidji, antes de ser conocido como mapa con banderitas, le daba nombre a una sirena prefabricada así como dice usted. Pero ya puestos yo probaría con otros bishos menos sobaos, no sé, un pato y un camaleón, por ejemplo.
No, no, mezclas raras entre especies diferentes no, que mire cómo ha salido Paquirrín tras el cruce entre I.P. y Paquirri.
De verdad que yo creía que se me iba la olla a camboya a mi, pero veo que es generalizado...
Si lo dices por mí, lo tomaré como un cumplido. Bueno, y si no, también.
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