Mantis, la discípula, entró en el templo con el corazón encongido. Avanzó entre las sombras con la cabeza baja, junto a la fila de columnas de las que no se veía el final, hasta llegar a los pies del trono de la Sibila de las Letras, su maestra. De un saquito que llevaba colgado al cuello sacó una pizca de una antigua mixtura de hierbas y la lanzó sobre el fuego eterno que ardía al pie de las escaleras. Un fogonazo la deslumbró por un instante y la Sibila apareció ante su trono, terrible y bella, joven y vieja al mismo tiempo.
- Habla, pequeña Mantis -dijo la Sibila.
- Maestra, una duda me corroe. A veces escribo cosas que, al releerlas, me parecen de un cursi total.
- ¿Y?
- Pues eso, que es como si no reflejaran exactamente lo que yo pretendía.
- Ponme un ejemplo.
- Vale. Supongamos que escribo "Las flores al amanecer, perladas de rocío, salpicaban de añil el prado a pinceladas, como una tela impresionista". ¿No sería eso, sabia Sibila, de un cursi que te cagas?
- Juega con las palabras, querida. Traduce lo intraducible. Supón que en lugar de flores pones heridas, en lugar de amanecer, campo de batalla, por perladas de rocío, ensangrentadas, por verde, rojo, y en lugar de tela impresionista, infierno pagano.
- Mmmm... "Las heridas en el campo de batalla, ensangrentadas, salpicaban de rojo el prado a pinceladas, como un infierno pagano". Sí, más heavy sí que queda, sí, pero... si tanto traduzco, nada quedará de aquello que yo pretendía expresar al principio.
- Pequeña Mantis, dime, ¿tú para quién escribes?
- Pues... para mí.
- Ya, y un cuerno. Mira, reina, me has pillado viendo Titanic y ardo en deseos de saber cómo acaba. Si eso me mandas un e-mail y quedamos un día de estos.
- Pero Sibila, yo...
- Y no te olvides de dejar el donativo voluntario en la bandeja de la entrada.
Dicho esto, y tras un fogonazo aún más deslumbrante que el primero, la Sibila desapareció. La pequeña Mantis, abatida, se dirigió hacia la salida. Cuando ya tenía un pie fuera del templo, se oyó un trueno. Mantis miró hacia arriba y dijo "Vale, vale, ya la pongo". Se sacó una moneda de oro del canalillo y la depositó en la bandeja. Mientras, en la lejanía, se oía vagamente una canción de Céline Dion.
5 comentarios:
Pobre Mantis, le pasa lo que a mí cuando releo algunas, insisto sólo algunas de las cartas escritas a mis 6, bueno 5, en realidad 4, más bien 3, no 2, en verdad única novia de toda mi vida. Hay un momento de la adolescencia en que se idealiza tanto el amor que nos convierte en unos ñoños insoportables con sonrisa permanente de lobotomizado. Menos mal que con los años se madura (también el amor) mientras nos arrugamos al sol esperando que nos llegue la hora de pudrirnos. ¡Ay!
Una buena solución es no releer nunca lo escrito, ni ves si está mal, ni ves si tiene faltas de ortografía.
Trikki, asociando pistas creí haber desenmascarado a su sobrina. No pretendo ir más allá porque no me conviene, y porque no estoy libre de pescado.
Ay, Ludovico: "menos mal que con los años nos arrugamos al sol esperando que nos llegue la hora de pudrirnos". Si no fuera tan deprimente, lo colgaría en la cabecera de la página, pero casi que mejor no... que me deprimo.
Claro, como voy a competir yo con una escena tan ensoñadora como la del Went. ¿ Cuándo le envía ud. el guión del Harry para su próxima peli ?
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