Una señora ha entrado en el vestíbulo del restaurante y ha mirado la carta. Ha hecho un movimiento de cabeza, como una señal de aprobación, y ha empujado suavemente la puerta. Un camarero la ha saludado, y ella le ha preguntado: "¿Me podrían reservar una mesa para el domingo?" El camarero le ha dicho: "Lo siento mucho, pero los domingos cerramos". La señora ha hecho un pequeño gesto de contrariedad, y ha añadido: "Que lástima. Habríamos venido un pequeño grupo de buenos gurmets...". El camarero ha hecho un gesto de desolación. "Lo siento, realmente, pero... Si pudiera ser otro día...". La señora ha puesto cara de circunstancias, como si dijera "qué le vamos a hacer".
Al cabo de unos días la misma señora ha comparecido en la puerta del restaurante, ha mirado la carta, ha empujado la puerta y ha preguntado al camarero: "¿Me podría reservar una mesa para el domingo?". El camarero ha sonreído y le ha contestado: "Lo siento mucho, señora, pero los domingos cerramos". La señora lo ha lamentado: "Que lástima". Desde hace tiempo, la escena se repite de vez en cuando. "Desearía reservar..." "Lo siento, los domingos cerramos". Es una señora de aire distinguido, amable, que acompaña las palabras con una discreta sonrisa. El camarero no sabe quién es.
La historia esconde un misterio que me parecería poco respetuoso interpretar. Porque detrás del hecho de que se repita puede haber muchas historias. Es mejor no estropear una situación que, repitiéndose tan delicadamente, tiene una pequeña dimensión mágica. Al fondo creo oír la respiración cálida de un violoncelo.
Esta es una de esas cosas que me habría gustado escribir a mí,
pero el mérito es de Josep Maria Espinàs
6 comentarios:
Qué distinción la de la señora y qué paciencia y temple la del camarero, de ésos hay pocos, bueno uno, el camarero del domingo imposible.
Conozco otra señora del domingo imposible, la mía, todos los domingos me pregunta: cariño no vas a ver ningún partido de fútbol, y yo le contesto de que no. Y así todos, todos los domingos de la eternidad.
Ojo, que luego están los que reservan mesa para 30 en diferentes restaurantes a la vez para el mismo día. Si es que la hostelería es muy sufrida.
Pues una bonita historia, pero lo que me alegra es que por fin puedo entrar en la página: llevaba unos días que cada vez que lo inetntaba, se volvía loco el explorador y empezaba a multiplicarse a multiplicarse y así cuando ya iba por treinta o cuarenta páginas, ninguna entera, ya desistía y apagaba a las bravas, y así...
Yo creo que es alguna emisión de formas...
"La historia esconde un misterio que me parecería poco respetuoso interpretar."
Eso es lo que Espinàs no ha querido hacer, y justo lo que yo habría hecho. Supongo que es eso lo que diferencia a un periodista de un "inventador".
Koldo, la próxima vez mire bajo el felpudo, que siempre dejo una llave.
Miraré bajo el felpudo, prometido.
Por cierto, la señora de la foto que se pinta los labios se parece enormemente al Lindsay kemp que yo recuerdo.
Sí que tiene una retirada. Yo al Kemp le recuerdo de cuando era vecino de la Ocaña y de Nazario en la Plaza Real. Por entonces debía estar representando Flowers, que duró un montón en cartel. Le veía paseando por las ramblas con su calvita, bajito, con sus cejas depiladas y su macuto-mariconera.
¿Sabía, Koldo, que Kemp fue el profesor particular de expresión corporal de David Bowie?
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