martes, 30 de septiembre de 2008

minnie


Minnie estaba sentada ante su padre, mirándole a los ojos. Parecía no reconocerla. Le tocó las manos: estaban frías. Se acordó de repente de cuando era pequeña y él iba a darle las buenas noches y le acariciaba la mejilla. Siempre tenía las manos frías.

Walter estaba trabajando en su taller cuando oyó un ruido. Parecía un sollozo ahogado. Miró debajo de las sillas y detrás de la última estaba la pequeña Minnie, llorando.

- Cariño, ya sabes que no me gusta que bajes cuando estoy trabajando.

Mientras consolaba a la niña, intentaba tapar con su cuerpo para que no lo viera el gatito color naranja que estaba sentado ante un banquete a su escala, sobre la gran mesa. Junto a él, siluetas de cartón gris marcaban el lugar donde colocaría a los demás a medida que Peabody le trajera más gatitos.
- Minnie, ya sabes que soy absolutamente incapaz de matar a una mosca. No les hago daño porque… porque…
- Porque están muertos, ya lo sé. Me lo has dicho muchas veces.
- La belleza está en muchas partes pero a menudo dura poco. Mi don es crear una belleza que permanecerá inalterada durante muchos años. ¿Te acuerdas de Spot? Yo también le quería.

Cómo iba Minnie a olvidar a su perro Spot, el mejor cazador de ratas de la comarca. Proporcionó a Walter las suficientes para uno de sus dioramas más logrados. Pero cuando quedó inválido a causa de una mala caída en el ejercicio de su deber, Walter le pidió a Peabody que le sacrificara como él sabía, asfixiándole, para que la piel no se estropeara. Ahora Spot estaba en el recibidor, entre un jarrón enorme y una mesita de caoba, mirando hacia la puerta sin pestañear.
- Ven conmigo.

Walter llevó a Minnie a la parte de atrás de la casa. Con una pala escarbó en la tierra y llamó a la niña. Le mostró un gatito que ya no era de color naranja sino de color tierra y tenía los ojos entreabiertos y sin luz. Insectos de distintas formas y tamaños pululaban sobre su cuerpo y dentro de él. Olía aún peor que el taller de su padre. Walter volvió a cubrir el cadáver de tierra.
- Ahora, dime: ¿qué gatito te parece más bonito? ¿Éste o el de mi taller? Princesa, lo que yo hago es un inmenso acto de amor.

La niña se quedó callada. No podía desviar la mirada de la tierra recién escarbada. Walter tomó dulcemente su mano con su mano fría.


Es curioso cómo se disparan los recuerdos por un olor, por una sensación. Minnie se levantó y fue hacia Walter. Le acarició el pelo y le besó en la mejilla. Ese mismo viejo olor. Él no se movió. Ella se cogió la punta del delantal, la chupó y la pasó con gesto vivo por los ojos de su padre. Mejor así, bien brillantes. Después se fue hacia la cocina a preparar cena para uno no sin antes apagar la luz y cerrar la puerta tras de sí.

8 comentarios:

ludovico dijo...

Oiga, muy bonito, pero ¿Dónde hay que ir a firmar para que me incineren cuando me muera? No quiero que una de mis hijas me exponga me exponga encima de un aparador con sombrero cordobés, más que nada porque encima de una tele plana no me sostendría.

Helter dijo...

Me acabo de dar cuenta de que estoy algo fúnebre últimamente. Nota mental: la próxima entrada hará reír, o por lo menos, sonreír.
Palabra de Helter.

Harry Sonfór dijo...

Oigan, una vez de crío fui a casa de un compañero. En el salón tenían un monico tití disecao agarrado a un árbol con gesto desafiante. Le pregunté al compañero por el mono, algo así como ¿y este mono? y me contestó:
—Nada, es «X», mis padres lo olvidaron en el balcón un día de mucho calor, se murió y lo disecamos.
No me diga que no es una historia sordidota.
Ay, el monete.

Anónimo dijo...

A mí me dan repelús (que es un miedo sin procesar que se queda a nivel de erizamiento de piel), y me recuerdan un bar de Algorta, hace poco desaparecido, el Txiskiñe, en cuya entrada había una zorra disecada que ha sido material de pesadillas para varias generaciones de jóvenes algorteños y de segura inspiración para otros menos sensibles.
A ver esa entrada menos tétrica, aunque a mí la de Malverde me ha gustado mucho

Anónimo dijo...

Harry, esa historia da miedo, seguro que ese compañero se ha hecho fan de Bumburi. Que no somos responsables de nuestros compañeros, pero que vaya recuerdos nos dejan.

Harry Sonfór dijo...

Yo cuando me case quiero una boda toda con gaticos de chaqué. O eso o nada.

Harry Sonfór dijo...

Y ardillas, ardillas también.
Oiga, Helter, que me ha gustado mucho la entrada, que soy fan de Potter desde que lo conocí y que vaya, Potter fúnebre no es, que mire lo contentos que están los bichicos ahí de merendola.

Helter dijo...

Hace años tenía yo una tienda llamada El gato negro, y tenía un gato negro de verdad. El bicho se ponía en el escaparate a dormir, a tomar el sol tan a gustito, y a la gente le gustaba verle ahí. Un día viene un chico con una bolsa grande, la abre y me saca un gato negro disecao. Me lo quería vender para sustituir al mío...