En una taberna de mala muerte de Leipzig, Christian bebía una copa tras otra de goldwasser. Se suponía que estaba celebrando su cátedra de geometría, pero no estaba muy contento. Miraba a través del cristal de la botella esos pequeños conglomerados dorados y pensaba en Fleury y su algoritmo, con el que se construye un camino euleriano cerrado en un grafo euleriano, en Virchow y su axioma, según el cual toda célula procede de otra célula, en Lasswell y su paradigma, quién dice qué a quién a través de qué canal y con qué efectos, en Russell y su paradoja sobre el conjunto de los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, en Möbius y su banda… Y Kummer, él sí que sabía, con su función, su anillo, su suma, y sobre todo, su superficie.
Y Christian, ¿qué tenía que fuera suyo? ¿A qué había dado nombre? En eso pensaba sin dejar de mirar las chispitas doradas de la botella…
2 comentarios:
¡Una auténtica maravilla!Este video debería ser de obligada visión para todo político que se precie...
Y para todo alcohólico que se precie...
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