jueves, 25 de marzo de 2010

christian


En una taberna de mala muerte de Leipzig, Christian bebía una copa tras otra de goldwasser. Se suponía que estaba celebrando su cátedra de geometría, pero no estaba muy contento. Miraba a través del cristal de la botella esos pequeños conglomerados dorados y pensaba en Fleury y su algoritmo, con el que se construye un camino euleriano cerrado en un grafo euleriano, en Virchow y su axioma, según el cual toda célula procede de otra célula, en Lasswell y su paradigma, quién dice qué a quién a través de qué canal y con qué efectos, en Russell y su paradoja sobre el conjunto de los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, en Möbius y su banda… Y Kummer, él sí que sabía, con su función, su anillo, su suma, y sobre todo, su superficie.

Y Christian, ¿qué tenía que fuera suyo? ¿A qué había dado nombre? En eso pensaba sin dejar de mirar las chispitas doradas de la botella


2 comentarios:

Alberich dijo...

¡Una auténtica maravilla!Este video debería ser de obligada visión para todo político que se precie...

Helter dijo...

Y para todo alcohólico que se precie...