jueves, 20 de marzo de 2008

un pato pa tó

El folleto de la exposición presentaba un pato artificial de cobre dorado que podía beber, comer, graznar, chapotear, digerir y defecar de la misma manera que lo haría un pato vivo. El flautista de Jacques de Vaucanson (1709-1782) respiraba mientras tocaba, pero el pato... el pato tenía más de 400 partes móviles, y los médicos que lo habían examinado aún no se habían puesto de acuerdo sobre si el organismo trituraba los alimentos durante la digestión o los disolvía mediante jugos gástricos. El proyecto en sí era una paradoja, pues una de las ventajas de ser autómata es que no se necesita comer.

Por motivos relacionados con su propia salud, Vaucanson estaba especialmente preocupado por estas cuestiones y se sirvió de su juguete como demostración de sus propias teorías. El pato tenía en su interior un circuito de tubos que derivaban en un pequeño laboratorio interior donde el grano era reducido por medio de productos químicos.

El estómago no trituraba los alimentos, después de todo. Una vez acabado, los deshechos pasaban por el intestino para ser finalmente expulsados y recogidos primorosamente en una palangana de plata. Vaucanson, que se cansó de sus propios autómatas (el flautista, el tamborilero y el propio pato), los fue vendiendo y acabaron en colecciones particulares.

Cuando, un siglo más tarde, el pato reapareció en la Exposición Universal de París de 1844, el mago Robert-Houdin (de quien el escapista Houdini tomaría su nombre) descubrió que la digestión del famoso palmípedo tenía truco: un mecanismo guardaba el maíz ingerido y otro expulsaba una miga de pan teñido a modo de excrementos que había sido preparada previamente por su presentador. De haber estado vivo, Vaucanson habría pagado el pato.

Sin el pato cagón, no quedaría nada que nos recordara la gloria de Francia
Voltaire

6 comentarios:

Badil dijo...

Miss Helter le doy vueltas y vueltas como pato mareao:¿Qué problema de salud le lleva a uno a inventar patos (nada en contra) que defecan?Porque de cosas que defecan está el mundo atiborrao: las ratas, la moscarda verde, nuestra mismidad...

Harry Sonfór dijo...

Pues es el prototipo de todos esos muñecos que les dabas una papilla y luego la defecaban. Ahora ya no sé si están muy de moda, pero hace unos años eran lo last.

Helter dijo...

Pues dándole vueltas y vueltas como pata mareá, me imagino yo algo que podría llamarse patofilia trufada con lluvia... desto... ¿de bronce?

Harry Sonfór dijo...

¡Helter ha vuelto! parece mentira, un ser tan asocial y luego se va dos días y se le echa de menos.

Helter dijo...

Es que la asocial soy yo, no usted.

ludovico dijo...

Así que tenía un compartimento donde iba almacenando todo lo que tragaba, independiente de lo que iba "echando". Entonces está claro que cuando dejó de defecar mientras lo atiborraban para extirparle el hígado con perversas intenciones, se descubrió el pastel, nunca mejor dicho.