Padre era Buzz Lightyear, y yo quería ser como él. Le recuerdo con su uniforme de camuflaje, lustrando amorosamente sus botas y limpiando su Desert Eagle. Me permitía jugar con ella, pero le ponía el seguro antes de dármela y se lo quitaba inmediatamente en cuanto se la devolvía. “Tienes que estar siempre listo para disparar, porque el enemigo siempre lo está”, decía.
Cuando me faltaba poco para cumplir los ocho, me dijo que tenía que dejar los libros y empezar a entrenarme. Yo fui muy contento a contárselo a madre porque no me gustaba nada estudiar, y esa misma noche me obligó a huir con ella y con mi hermana. Nos fuimos a lo de los abuelos. Cada día, al salir de casa para ir al colegio, veía a lo lejos la silueta de mi padre observándonos. Madre la veía también, se ponía nerviosa y nos hacía correr al galope hasta la escuela. Ella y mi hermana tenían miedo, pero yo no. Me sentía seguro cuando estaba con él.
Antes de la fiesta de mi cumpleaños, le dije a madre que si padre no venía, no quería fiesta ninguna. Él me había prometido mi primera pistola, una de verdad, no como esas tontas de juguete con luces de colores y ruidos grabados.
Cuando me faltaba poco para cumplir los ocho, me dijo que tenía que dejar los libros y empezar a entrenarme. Yo fui muy contento a contárselo a madre porque no me gustaba nada estudiar, y esa misma noche me obligó a huir con ella y con mi hermana. Nos fuimos a lo de los abuelos. Cada día, al salir de casa para ir al colegio, veía a lo lejos la silueta de mi padre observándonos. Madre la veía también, se ponía nerviosa y nos hacía correr al galope hasta la escuela. Ella y mi hermana tenían miedo, pero yo no. Me sentía seguro cuando estaba con él.
Antes de la fiesta de mi cumpleaños, le dije a madre que si padre no venía, no quería fiesta ninguna. Él me había prometido mi primera pistola, una de verdad, no como esas tontas de juguete con luces de colores y ruidos grabados.
El día de la fiesta me encerré en mi habitación hasta que ella me dijo que padre estaba en la puerta. Bajé las escaleras corriendo y le vi entrar con otro hombre. Les di a cada uno un gorro de fiesta y nos sentamos a la mesa a comer la tarta. Padre, con aire solemne, uniforme de camuflaje y gorrito de fiesta, sacó la Desert Eagle. Pensé que iba a regalármela. Dijo “feliz cumpleaños” y se saltó la tapa de los sesos. Quise quedarme con la pistola, pero madre no me lo permitió. La tarta quedó salpicada de manchas como de dulce de frambuesa.