miércoles, 31 de marzo de 2010

popobawa


Popobawa vuela de Pemba a Unguja y de allí hasta Dar es Salaam, donde poseyó a la dulce Fatuma y habló por sus labios. Popobawa, el murciélago cíclope, puede adoptar la forma de cualquier persona o animal y ataca por un igual a hombres, mujeres o niños, inmovilizándolos y sodomizándolos. Aun siendo una leyenda relativamente reciente, despierta aún más terror que el Orang Minyak, el hombre aceitoso malayo. Si un mal día decidieran fusionarse, una terrible sombra se cerniría sobre todos nosotros: Poponyak, el murciélago aceitoso. Ojs. Cierren bien la ventana.

viernes, 26 de marzo de 2010

poseidon


Oh, gran Poseidón que dominas la
tierra y el mar incansable.

Oh, dios marino que posees el Helicón y el vasto dominio del Egeo.
Los dioses te han atribuido, trastornador de la tierra,
el doble privilegio de ser domador de caballos y salvador de navíos.

Homero (no Simpson)


jueves, 25 de marzo de 2010

christian


En una taberna de mala muerte de Leipzig, Christian bebía una copa tras otra de goldwasser. Se suponía que estaba celebrando su cátedra de geometría, pero no estaba muy contento. Miraba a través del cristal de la botella esos pequeños conglomerados dorados y pensaba en Fleury y su algoritmo, con el que se construye un camino euleriano cerrado en un grafo euleriano, en Virchow y su axioma, según el cual toda célula procede de otra célula, en Lasswell y su paradigma, quién dice qué a quién a través de qué canal y con qué efectos, en Russell y su paradoja sobre el conjunto de los conjuntos que no se pertenecen a sí mismos, en Möbius y su banda… Y Kummer, él sí que sabía, con su función, su anillo, su suma, y sobre todo, su superficie.

Y Christian, ¿qué tenía que fuera suyo? ¿A qué había dado nombre? En eso pensaba sin dejar de mirar las chispitas doradas de la botella


miércoles, 24 de marzo de 2010

polybius


Los efectos usados en este juego son comúnmente empleados en otros juegos y en la industria. En realidad el juego no induce la hipnosis, ni altera el estado de ánimo, ni controla la mente (esta tecnología simplemente no existe). Los intentos de recrear fielmente el juego tal como era en 1981 están limitados a las nociones del modo de juego y aspecto general. Los elementos conspirativos de esta recreación son de pega, así como la mayor parte de funciones del menú. Las únicas que funcionan son el volumen, los fondos interactivos visuales, los mensajes subliminales, el falso apagado, la autonomía y las funciones poltergeist. Las demás solo sirven para impresionar a los amiguetes. Que conste que los fantasmas que se ven no son fantasmas de verdad (¿o será un bulo de los hombres de negro?). Finalmente, evite por favor decir “POLYBIUS” tres veces ante un espejo. Eso es lo que ellos esperan.

Y si no acaba de estar convencido de jugar a este juego, pues no lo juegue. Haga cualquier otra cosa. ¿Qué tal un inocente solitario?

Del readme.txt, Polybius



sábado, 20 de marzo de 2010

blues


No sé tú, pero yo, cuanto más tiempo paso sentado ante mi mesa de despacho bajo la enfermiza luz de los fluorescentes, rodeado de compañeros que no hacen más que estornudar y toser, más desesperado me siento. Ya que no tengo más remedio que estar aquí en la oficina, ahora por lo menos puedo expresar mi tristeza en forma de canción gracias a desktopblues. Simplemente pongo la radio y hago mi solo por encima de la música con los punteos de guitarra, lamentos y gemidos de blues. No es que eso me quite de encima la depre, pero sí me ayuda a pasar el tiempo hasta poder quitármela.

Brett O'Bourke, Miami Herald, EUA, 15-05-2006


viernes, 19 de marzo de 2010

dakimakura


Dakimakura significa en japonés “almohada para abrazar”, y no hay otaku que se precie que no tenga por lo menos una con su heroína bishōjo o hentai favorita vista por delante y por detrás. También es conocida como almohada del amor, esposa holandesa o chikufujin (esposa de bambú). La esposa de bambú era originalmente una carcasa vacía tejida de bambú usada en el sudeste asiático como almohada fresquita para ayudar a soportar el sofocante calor. Aunque a los solteros holandeses que corrían por allí se les ocurrió darle otros usos. Ahora un otaku coreano ha ido más lejos y, tras un breve pero intenso noviazgo, le ha pedido matrimonio de rodillas a Fate Testarossa, y ella le ha dado el sí.

miércoles, 17 de marzo de 2010

veasyble


El proyecto VEASYBLE se basa en tres palabras clave: aislamiento, intimidad y adorno. Consiste en una serie de prendas capaces de crear una intimidad personal en cualquier ambiente. La gama consta de cuatro accesorios para cubrir los ojos, las orejas, la cara y la parte superior del cuerpo, expresando a través de su forma y color nuestro deseo de intimidad en cualquier momento, en cualquier lugar. Y se puede compartir.

Un adorno que puede llevarse.
Un gesto para transformarlo.
Un lugar secreto para la intimidad personal.

domingo, 14 de marzo de 2010

los hacendados, ¿hacen dados?


Sus labios son rojos, despejada su mirada,
sus bucles amarillos como el oro:
su piel blanca como la lepra,
y mucho más se parece a la Muerte que su acompañante;
helado al aire calmo vuelven sus carnes.

El desnudo Casco se acercó a nuestro costado
y la Pareja aquella jugaba a los dados;
“¡El Juego ha terminado! ¡He ganado, he ganado!”
dice ella, dando tres silbidos.

The Last Theft - Jiri Barta

jueves, 11 de marzo de 2010

la butaca de ruth

Tengo una tienda de muebles de segunda mano y creo que mis precios son justos. Un día vino un tipo, vio esta butaca1 y quiso comprarla, pero le parecía demasiado cara. Así que le miré y le dije: si no puedo venderla, me sentaré sobre ella y cruzaré las piernas. No me da la gana regalarla. Cariño, si la quieres vas a tener que comprarla. Dime la verdad: ¿no te gustaría encontrarla en casa, esperándote, cada noche? No se ha usado más que un par de veces, ¡está casi nueva2! No encontrarás mejores patas3 en toda la ciudad, ni un respaldo4 como este en varios kilómetros a la redonda. Es confortable, lo aguanta todo. ¿Dónde podrías encontrar una butaca tan cómoda5? Es exuberante, impecable, suave y peludita. Cariño, solo por la saliva que estoy gastando ya es barata. Ahora mira este magnífico culo6, ¿a que parece acogedor? Te garantizo que soporta cualquier peso… o tamaño. Estoy harta de que me ronden tipos de manos largas, husmeando. No pienso ceder. Ráscate el bolsillo y afloja la pasta. Si quieres algo gratis, búscate una asistente social y a mí déjame en paz. Esta no es la tienda de Cáritas, es la tienda de Ruth. Lee mis labios: aquí nada es gratis.

1 llámenla equis
2 léase virgen
3 piernas
4 espalda
5 fácil
6 culo


miércoles, 10 de marzo de 2010

pos ha nevao


lunes, 8 de marzo de 2010

el hada y la máquina del tiempo (y III)


En la radio sonaba una canción. Mamá fue a la cocina y volvió cantando y bailando con una escoba. Se puso de puntillas, se estiró, levantó un poco el pie izquierdo y, con la punta del palo de la escoba, le dio a la lámpara un toque suave. Y se hizo la luz. Me miró sonriendo, y a contraluz por un momento me pareció que en lugar de tener el pelo rojo lo tenía dorado.

De repente recordé que tenía un examen, le di un beso a mamá y salí corriendo. Corrí y corrí y corrí. ¡Si encontraba la puerta de la escuela cerrada no me dejarían entrar! Me paré un momento y miré la hora en el reloj del abuelo. Las nueve y tres minutos. La puerta ya estaría cerrada. Seguí corriendo, y al doblar la esquina, vi la puerta del colegio aún abierta. Saqué un siete y medio, la nota más alta del trimestre.

A la hora del patio decidí mostrarle mi tesoro a mi mejor amigo. Con cuidado saqué el reloj y se lo enseñé.
- Es bonito, pero viejo. Y además no funciona bien, mira el mío –me dijo.

Tenía razón. El reloj del abuelo marcaba cinco minutos más que el suyo. Cinco minutos más que todos los demás relojes.

sábado, 6 de marzo de 2010

el hada y la máquina del tiempo (II)


Entonces yo le acribillaba a preguntas, y él me decía que no, que no podía viajar a la edad de piedra para ver los dinosaurios porque era una máquina del tiempo pequeñita. Un día le pedí que me la enseñara y me mostró un viejo reloj de bolsillo.

- Es un reloj –dije, decepcionado.
- ¿Y qué te crees tú que es un reloj? ¡Pues una máquina del tiempo, leñe!
- ¿Y esta de la foto quién es? ¿La abuela?
- Sí. Tu abuela también era un hada, debe ser cosa de familia.
- ¿Y no puedes viajar con tu máquina del tiempo para verla cuando estaba viva?
- Para eso se necesita una máquina del tiempo de las grandes –dijo.

El día que el abuelo murió lo supe porque cuando mamá llegó a casa, me dio su reloj y una nota garabateada que decía: “No te olvides nunca de darle cuerda, o se convertirá en un reloj vulgar”. Desde entonces cada noche, antes de acostarme, le doy cuerda. Una mañana, mientras mamá cosía y yo estaba en el comedor estudiando, la luz de la lámpara del techo empezó a fluctuar y se apagó.

viernes, 5 de marzo de 2010

el hada y la máquina del tiempo (I)

Cuando era pequeño, el abuelo me llevaba cada día al colegio y por el camino me hablaba de sus viajes. Si pasábamos por un tramo a pleno sol, me hablaba del desierto y la calle se convertía en un desierto donde las jardineras eran oasis y las fuentes públicas la salvación. Si la pendiente era de subida, me hablaba del Himalaya y del yeti y me lanzaba una cuerda invisible para agarrarme y poder subir. Si llovía, me hablaba de la jungla y de los grandes lagos y me ayudaba a saltar los charcos porque yo no tenía botas de goma como los demás chicos. Después me hablaba del lago Titicaca, y yo me reía y le decía que ese nombre no existía, que se lo había inventado.

- ¿Por qué mamá no me lleva nunca al colegio?
- Tu madre no puede llevarte porque... porque... no tendría que decírtelo... Es que tu madre es un hada, y las hadas siempre andan muy atareadas.
- ¡Venga ya!
- ¿Ves? No tenía que habértelo dicho.

A veces el abuelo me hablaba de su máquina del tiempo.
(continuará...)

jueves, 4 de marzo de 2010

juanito


Juanito, dime cómo pasó el accidente. Envíame alguna señal.


vladimir


Pide un cigarrillo con cigarrillos, odia los condones y por eso los usa solo para declararlo, pide ayuda con cápsulas de mil colores y dice que las manzanas podridas huelen bien, y no como los tipógrafos podridos. Escribe que beber le hace feliz con chapas de cerveza, que la tipografía duele con trozos de cactus y hasta se queja de no tener nunca clips a mano con cientos de clips. Pero si a uno no le gusta lo que escribe, solo tiene que pasar la escoba o soplar. Ha nacido una nueva especie: Vladimir Koncar, el reciclotipógrafo. Uno, dos y tres.

miércoles, 3 de marzo de 2010

el crisantemo azul (y V)


- ¿Las azules? –dijo el guardavía-. Ah, sí, eran del difunto Čermák, que hacía de guardavía aquí antes que yo. Pero por la vía no se puede caminar, señor. ¡Allí hay un cartel que dice “Prohibido caminar por la vía”! ¿Qué está haciendo aquí?
- Abuelo –le dije-, dígame, ¿por dónde se va a su casa?
- Por la vía –contestó el guardavía-. Pero no hay ningún motivo para que venga nadie. ¿Qué quiere? Lárguese, imbécil. ¡Y no me toque la vía ni con la punta del pie!
- ¿Y por dónde quiere que me largue exactamente? –le dije.
- Me da igual –gritó el guardavía-, ¡pero por la vía no, y punto!
Así que me senté en el terraplén y le dije:
- Oiga, abuelo, véndame las flores azules.
- No están en venta –farfulló el guardavía-. Y pírese de una vez. ¡Aquí no puede sentarse!
- ¿Por qué no? –le contesté-. ¡No hay ningún cartel que diga que aquí está prohibido sentarse! No se puede caminar, y no estoy caminando.

El guardavía se detuvo y se limitó a insultarme desde el otro lado de la cerca. Pero debía ser un hombre solitario: al poco rato dejó de increparme y hablaba solo. Media hora después, salió para mirar la vía.

- ¿Qué? –se detuvo a mi lado- ¿Se va o no?
- No puedo –le contesté-; está prohibido caminar por la vía y no hay ningún otro camino.
El guardavía se quedó pensativo un buen rato.
- ¿Sabe qué? –dijo después-. Cuando yo me vaya, desaparezca por la vía; así yo no le veré.

Se lo agradecí calurosamente. Y cuando se fue, abrí la cerca del jardín y con su propia pala arranqué cuidadosamente los dos crisantemos azules. Los robé, señor. Soy un hombre honesto y solo he robado siete veces en mi vida, y señor, siempre han sido flores.
Al cabo de una hora ya estaba sentado en el tren y me llevaba a casa los crisantemos azules robados. Al pasar frente a aquella casa de vigilancia vi al guardavía de pie, con una banderita, malcarado como un demonio. Le saludé agitando el sombrero, pero parece ser que no me reconoció.

De manera que ya ve, señor; puesto que había un cartel con la inscripción “Camino prohibido”, a nadie, ni a nosotros, ni a los policías, ni a los gitanos, ni a los niños, se nos ocurrió que alguien podría haber ido justo allí a buscar los crisantemos azules. Un cartel tiene un poder tan grande que puede que junto a las casas de los guardavías crezcan margaritas azules o el árbol de la ciencia o el helecho dorado, pero nunca los descubrirá nadie, porque caminar por la vía está estrictamente prohibido. Solo Klára, loca, había llegado hasta allí, porque era idiota y no sabía leer.

Por eso al crisantemo azul le puse el nombre de Klára. Ya hace quince años que lo cuido. Pero parece que lo he malcriado con tierra buena y humedad – el bruto del guardavía no lo regaba nunca y el suelo era arcilloso y duro; a mí me brota en primavera, en verano se desmejora y en agosto se muere. Imagínese. Soy el único del mundo que tiene un crisantemo azul y no puedo enseñárselo a nadie. La Bretagne y la Anastasia no valen un pito, solo viran a lila; pero Klára, señor… el día que florezca en el mundo entero no se hablará de otra cosa.


Karel Čapek

martes, 2 de marzo de 2010

el crisantemo azul (IV)


Hicimos vigilar a Klára todo el día; por la noche se escapó, y pasada la media noche me vino con los brazos a rebosar de crisantemos azules. Enseguida la hicimos encerrar en prisión para que no los cogiera todos, pero ya no sabíamos qué más hacer. En serio, parecía cosa de magia; figúrese, en un país que cabe en la palma de la mano.

Mire usted, uno tiene derecho a ser grosero cuando está muy enfadado o cuando fracasa, ya lo sé, pero cuando el príncipe me dijo, de la rabia que tenía, que yo era tanto o más idiota que Klára, protesté y le dije que no pensaba dejarme insultar por un viejo cretino. Me fui directamente a coger el tren y desde entonces no he vuelto a Lubenc. Pero cuando estaba sentado en el vagón y el tren se puso en marcha, yo, señor, rompí a llorar como un niño porque lo había tirado todo por la borda y porque ya no podría volver a ver nunca más un crisantemo azul. Y mientras lloraba y miraba por la ventana, vi una cosa azul justo al lado de la vía. Señor Čapek, eso fue más fuerte que yo: me levanté de un salto y tiré del freno de emergencia; el tren se detuvo con un golpe seco y yo caí sobre el asiento de enfrente y me rompí este dedo. Y cuando vino el revisor, balbuceé que me había dejado algo y tuve que pagar una multa astronómica.

Blasfemando como un condenado, cojeando, volví por la vía en dirección a donde estaba la cosa azul. Imbécil, me decía, probablemente no es más que áster otoñal o cualquier otra tontería azul, y tú tirando el dinero. Caminé unos quinientos metros; ora pensaba que la cosa azul no podía ya estar muy lejos, ora que la había pasado de largo, ora que simplemente la había soñado, cuando en un pequeño terraplén vi una casa de guardavía y por encima de la valla de su jardín, la cosa azul. Eran dos matas de crisantemos azules.

Señor, hasta los niños de pecho saben qué cultivan los guardavías en sus jardines. Además de coles y sandías, suele haber girasoles, un par de rosas rojas, malvas y alguna dalia; ese hombre no tenía nada de eso, sino patatas, judías, un saúco y, en un rincón, los crisantemos azules.

- ¡Eh! –le dije desde el otro lado de la valla- Estas plantas, ¿de dónde las ha sacado?

Karel Čapek

lunes, 1 de marzo de 2010

el crisantemo azul (III)


- ¿Qué pista? –preguntó el príncipe.
- Pues eso –le dije-, que tendríamos que buscarlo junto a cada casa dentro de tres kilómetros a la redonda; nos dividiremos en cuatro grupos: usted, yo, mi jardinero y mi ayudante Vencl, y ya está.

Pues bien, a la mañana siguiente lo primero que ocurrió fue que Klára me trajo otro ramo de crisantemos azules. Después registré mi zona; en cada taberna me tomaba una cerveza no muy fría, comía quesos apestosos y preguntaba a la gente si había visto crisantemos azules. No le hablaré de la diarrea que me produjeron aquellos quesos apestosos; hacía calor, como a veces pasa a finales de setiembre, y yo iba casa por casa aguantando cualquier inconveniencia, porque la gente me tomaba por loco, por un agente o por un funcionario. Pero al anochecer una cosa estaba clara: en mi zona no había ni un crisantemo azul. Los otros tampoco encontraron ninguno. Solo Klára volvió a traer un ramo de crisantemos azules recién cortados.

A todo esto, ya se sabe que un príncipe es persona muy importante, de modo que llamó a los gendarmes, les dio un crisantemo a cada uno y les prometió no sé qué si descubrían dónde crecían. Los gendarmes son gente culta, incluso leen periódicos, además de conocer todas las piedras y tener mucha influencia.

Señor, imagínese que aquel día seis gendarmes, guardias urbanos, los alcaldes de los pueblos, los alumnos con los maestros y una tribu de gitanos recorrieron palmo a palmo toda la región que cabía dentro de los tres kilómetros, recogieron todas las plantas con flor y las llevaron al castillo. Madre del amor hermoso, había tantas flores que parecía Corpus Christi; pero de crisantemos azules, ni uno ni medio.

Karel Čapek