Querida Liz:
Si lees esto, es que has muerto. Yo también. Nos conocimos una vez hace muchos años. No creo que me recuerdes, y desde luego si me vieras ahora tampoco me reconocerías. Yo sin embargo jamás he podido olvidar tus ojos.
La primera vez que mi editor me habló del tema me levanté y salí del despacho sin cerrar la puerta. Pero después, por la noche, solo ante mi máquina de escribir, pensé que si no lo hacía yo lo haría otro. Y eso sí que no. Así que abrí una botella de escocés, empecé a teclear y al terminar, lloré.
Ahora que has muerto volverán a poner tus películas en la televisión, se escribirán libros sobre tu vida, todos te glosarán y te llorarán. Pero yo empecé a llorarte mucho antes que todos ellos. Que seas feliz en el más allá, querida. Ah, Richard te manda recuerdos y dice que espera reunirse contigo muy pronto. Maldito borracho, cómo le odio.