Sin ella se convirtió en una catana sin mano que la blandiera, pasó de orgulloso samurai a ronin de mirada perdida. Una armadura vacía y nada más. Al acabar la representación, se dirigió al restaurante y habló un rato a solas con el cocinero.
Tarde, cuando el último cliente hubo salido del local, el cocinero presentó a Bando un plato de carne e hígado de fugu cortado en forma de crisantemo. Bando invitó al cocinero a sentarse a su lado y comer. El cocinero titubeó un instante y después se sentó. Comieron, hablaron, rieron y cantaron hasta que la parálisis entumeció sus músculos faciales. En el acuario un fugu, otra armadura vacía, les miraba fijamente mientras se asfixiaban. El hígado era de su compañera.
5 comentarios:
a veces creo que entiendo por qué los japoneses se creen superiores.
se les da muy bien el teatro
Buenoooooooooooooooo, ya estará contenta, ya.
Helter, ¿está usté malita o algo?.
Diga algo que me tiene preocupao, tantos días con el fugu.
Es que pillé una indigestión de fugu... Ná, es broma, miguelgato, que entre la resaca de la liga y el curro... Este finde me pongo al corriente.
¡Ole la Helter que no hay cosa igual!
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